Cuando la semana pasada supe de la muerte por ahorcamiento del actor Robin Williams como consecuencia de la depresión que le aquejaba hacía tiempo, me acordé de María Belón, quien basándose en su propia experiencia en la enfermedad afirma que “Cuando padeces una depresión entras en un proceso en el que no quieres vivir. No quieres vivir porque no puedes. La depresión es la causa número uno de suicidios en el mundo”.
A María Belón, conferenciante en la actualidad, se le conoce fundamentalmente a raíz de haber sobrevivido ella y su familia (marido y tres hijos) al tsunami que azotó el sudeste asiático en el 2004 y que dio pié a la producción de la película “Lo imposible” en la que ella misma participó como coguionista.
A raíz de la catástrofe tanto María como el resto de su familia padeció y superó un TEPT ( trastorno de estrés post traumático) sobre el que habla en otra conversación, pero además, casi cinco años después, y cuando parecía que todo estaba superado, María cayó enferma, padeció una depresión.
“Superado el tsunami, me pasó que no llegué al final del libro del schock post traumático-ríe- fue un fallo, los libros hay que acabárselos, y el libro también te explica y yo no lo sabía, que la gente que ha pasado por un schock post traumático largo, tiene altísimas probabilidades de pasar por una depresión en los años posteriores. Si lo hubiera sabido le habría podido poner nombre antes”.
Causas de la depresión….
“Es posible que ésta fuera la causa de mi depresión, puede que sí puede que no, en cualquier caso en este momento me interesa decirte que no importa la razón. Y me interesa decirlo porque cuando estás con una depresión, es tan grave la sensación, tan grave, que creo que no es momento para pararte en el por qué. Ya llegará ese momento… el de averiguar por qué… si eso ayuda a evitar recaídas o ayuda en la recuperación”.
La depresión llegó cuando María llevaba dos años involucrada en el proceso de la producción de la película “Me había vuelto a meter veinte veces más en esa ola. Fue un proceso muy largo, de muchísima documentación, de compartir muchísimo las situaciones, de volver a tener síntomas del shock post traumático, porque volvieron las pesadillas etc. Y si bien es cierto que a veces fue un poco difícil, yo lo usé siempre como material para película, pensaba “esto está pasando y es bueno” y lo sentía como las molestias del embarazo que hay que pasarlas. Pero de una manera u otra, y sin yo darme cuenta, se estaba gestando algo que era más importante que uno mismo y bueno, pasé por eso. Sin embargo, mi cuerpo, mi espíritu, mi mente, hubo un momento que dijeron “hasta aquí hemos llegado””.
Síntomas de la depresión…
Es muy difícil que de buenas a primeras nadie pensemos que estamos sufriendo una depresión. Ni siquiera María que además es médico “Llevaba tres semanas en las que poquito a poco me iba envolviendo de una situación en la que al principio pensaba “estoy pocha”, “hoy tengo un mal día”, “hoy estoy tristona”, ”hoy no estoy muy animada”. Al cabo de tres días dices “que pocas ganas tengo yo de ir al cine”, al cabo de cinco días empiezas a no contestar llamadas de teléfono. Te molesta que la gente contacte contigo. Al cabo de diez días sigues pensando que la tristeza que sientes es muy aguda. Empiezas a tener una sensibilidad muy grande – los ojos se le ponen vidriosos- tan grande como que cualquier cosa te hace llorar y el llanto es explosivo, es imposible controlarlo, te sorprende a ti misma. Me preguntaban algo y me ponía a llorar. Y para mí lo más grave de la depresión es que entras en un proceso en el que no quieres vivir. No quieres vivir porque no puedes vivir”.
María se dio cuenta de que algo iba mal tras pasar tres días en cama pensando que sería una gripe o una anemia. “Fui al médico a que me mirasen las tiroides. No sabía qué me estaba pasando. Estaba físicamente agotada…” Pero definitivamente se dio cuenta de que había algo más “El día que pensé que poner una lavadora lo sentía más difícil que subir al Everest. Pero de verdad, lo sentía de verdad. Para mí poner una lavadora era una gesta imposible. Y fue entonces cuando me dije que algo estaba pasando. Pasó mi cumpleaños, me lo celebraron, pero el embotamiento cerebral era absoluto…”
La depresión no es un estado de ánimo…
Cuando me interesé por conocer a María y por cómo ella misma y toda su familia habían superado el estrés post traumático padecido tras el tsunami del que fueron víctimas, la verdad es que no pensé en la depresión. Nos conocimos, ahondamos en los temas que nos parecieron a ambas interesantes a cerca del TEPT y solo cuando nos despedíamos y habíamos quedado ya para la grabación de la entrevista se me ocurrió preguntarle: ¿María, hay algo de lo que quieras hablar y que no hayamos mencionado hasta ahora? Lo recuerdo como si fuera ahora mismo “Si, me gustaría hablar sobre la depresión” me contestó.
Me contó lo que ahora, aquí, estamos exponiendo y también que ella, hasta que le tocó, no había tenido a penas conocimiento sobre el tema “Leí en un artículo de El País, no sé si era de Rosa Montero, que decía “caray qué casualidad, fijensé que acabo de descubrir que hay un montón de gente que supera situaciones durísimas de vida y luego te enteras de que la mayoría de ellos pasan después por una depresión. No entiendo nada.” Yo cuando leí ese artículo no había pasado por la depresión y pensé que tampoco yo entendía nada, pero porque no sabía lo que era la depresión – hace una pausa- Después descubrí que la depresión es una situación muy dura en la que no querer vivir no depende de ti. Tener un ánimo en el que no puedes con tu vida no depende de ti, depende de los neurotransmisores, porque estamos hechos de cuerpo y de química también, y estos se van a niveles mínimos. Gestionan el ánimo, las ganas de salir, la sociabilidad, la risa, el llanto… y cuando esos niveles están a mínimos, no puedes con tu vida, no es que tú no quieras, es que no puedes”.
La gente, probablemente por desconocimiento, no siempre dice cosas adecuadas “Te dice, con una palmadita en la mano, “anímate”, “¿pero cómo puedes sentir esto?”. Y eso, te hace sentir peor todavía y piensas “si te he visto una vez en el mes que llevamos, te voy a ver una en los próximos 10 años”. A nadie se le ocurre decir a alguien que padece anemia “súbete el hierro, por favor”.”
María insiste en que cuando hay alguien con una depresión, lo que tiene es un trastorno grave de los neurotransmisores “Pero que como la sintomatología viene a través del ánimo, lo que se te ocurre es decirle “anímate”, “mira que es primavera”. Como si dependiera de la voluntad de uno. Y piensas “si tú supieras que si yo pudiera…” y la verdad es que de esta forma vas empeorando porque sientes que no hay salida”.
Los hijos…
“Lucas estaba fuera, pero Tomás y Simón estaban en casa y estaban desconcertados. Me preguntaban que qué pasaba y yo les decía que no sabía, que me pasaba algo, pero que no sabía lo que era”.
Hasta que María tuvo el diagnóstico “Ese día los senté en la cocina y le dije a mi marido que les iba a explicar la situación, en contra de lo que mucha gente opina de que “no les hagas sufrir más”. A los niños, como a todo ser humano, lo que les hace sufrir son la incertidumbre y el no entender. Les explique “mama tiene una depresión, esto no me ha pasado nunca, voy a hacer lo posible por salir de aquí. No tengo ni idea de cómo voy a buscar ayuda, pero lo voy a hacer.”
Los amigos…
“Y luego hubo un factor importantísimo en esta situación: una amiga. Una amiga en concreto que había pasado por depresiones, que sabía lo que era esto y que tomó cartas en el asunto y me dijo “yo no te suelto porque sé lo que es estar ahí, sé lo que te pasa y te voy a ayudar”. Y me ayudó mucho, muchísimo.”
El entorno…
Las personas que rodean a alguien que padece depresión y todavía no tiene el diagnóstico, no se dan cuenta de lo que pasa “Los que estamos deprimidos hacemos trampa. Nos aislamos. Es decir, el entorno siente que te has escapado porque tú te aíslas: no sabes cómo explicarle al mundo lo que te pasa. Y además y esto es cierto – sonríe- a la gente le da mucho miedo acercarse a alguien deprimido. A la gente le da mucho miedo acercarse al dolor porque tú quieres que salga de ahí y hay muy poco que hacer”.
El médico, la medicación…
“Empezamos el rosario de buscar un psiquiatra con el que sintiera la confianza para explicar la situación y que me escuchara – me lo dice mirándome a los ojos, haciendo hincapié- que me escuchara y que me creyera- se sonríe- que a veces no es fácil”.
María primero acudió a un médico en Madrid que le habían recomendado muchas personas “Una persona con muchísima experiencia. El diagnóstico me lo hizo muy rápido. Me dijo que estaba en un estado de depresión muy severo y que había que medicarme muy rápidamente. Mientras, mi cabeza, como estaba en la depresión, sentía culpa y vergüenza. Recuerdo que pensaba que cómo era posible que no pudiera con ello, bla, bla, bla… pero al final le dije que sí, que me diera lo que me tenía que dar. Y le pedí un favor. Le expliqué que era sumamente sensible a la medicación y que había que medicarme a dosis mínimas. Y no sé si porque no me escuchó o porque me vio muy mal, me dio una medicación de caballo. De hecho, un médico al que fui posteriormente me dijo que cómo me habían dado aquello y a tan altas dosis. Y aquella medicación me sentó fatal. Me dopó completamente, me tumbó en cama una semana, me provocó nauseas, mareos, vértigos… me lo provocó todo y a pesar de ello yo fui obediente y seguí tomándola.”
Hasta que llegó un momento en el que María se escuchó a sí misma decir “Hasta aquí he llegado, necesito buscar otro médico”. Y vuelta a buscar otro médico, y otro… hasta que terminé yéndome a Barcelona por esta amiga mía que me recomendó ir a su psiquiatra. Y este doctor, me escuchó y me dijo que íbamos a recurrir a una medicación muy lenta y antigua, muy suave.”
María no sabe si fue casualidad o no “Pero la primera medicación era cara, costaba 60 euros al mes y era muy nueva. No llevaba en el mercado ni un año y el médico me había dicho que era muy buena y efectiva. Y yo me pregunto cómo esta persona podía saber que era “muy buena y efectiva” si solo llevaba un año en el mercado. Estos medicamentos se investigan o se descubren a veces en otros países como Alemania y los vienen a probar aquí. Y para que una medicación tenga un mínimo de veracidad tiene que haber estado en el mercado cinco años testándose. Por lo que yo rogaría a los médicos que cuenten que todavía no saben mucho de la medicación y que simplemente creen que es muy buena. No se dan los medicamentos iniciales para la depresión porque se ha terminado su patente y cuestan 4 o 5 euros, y te dicen que tienen muchos efectos secundarios.”
A María, en Barcelona, le dieron precisamente uno de estos medicamentos “Y curiosamente me provocó muchos menos efectos secundarios que la medicación nueva. Aunque, efectivamente, como toda medicación antidepresiva te seca un poco la boca etc.”
Sin embargo, es una defensora a ultranza de la medicación “Es importantísimo medicarse cuando hay un estado depresivo. Y lo digo yo que soy una testaruda a quien me costó mucho tiempo convencerme de ello. Empezaba, me sentía mejor y lo dejaba… Hubo recaídas y las recaídas son todavía peores. Así es que creo que es importantísimo acudir a un especialista con el que te encuentres bien, que busques entre tantos como haga falta hasta encontrarlo, pero es necesario que haya un seguimiento médico de ti como paciente.”
Depresión, vergüenza… suicidio…
“Sentimos vergüenza, y te lo digo por mí, porque yo estoy aquí porque no quiero que más gente sienta esta vergüenza y también porque creo que hay que romper el tabú de quien la padece y el de quien acompaña a quien la padece. Hay que terminar con este tabú porque esto está causando muchísimas muertes en el mundo. Hay muchísima gente que se suicida en mitad de una depresión y yo te tengo que decir que agradezco haber pasado una depresión si esto ha de servir para que con mi testimonio pueda ayudar a alguien. A mí me gusta ayudar a quien pueda estar pasando por una depresión y cuando conozco a alguien en esa situación me gusta sentarme a tomar un café con esta persona y hablar y romper el tabú. La gente se siente sumamente agradecida y yo les digo “yo puedo estar hoy aquí porque yo pasé por ahí, porque de otra forma no lo hubiera entendido” Desde este punto de vista, bendita sea mi depresión, y por favor, que quien la supere, ayude a otras personas”.
En la depresión “hay que pedir ayuda”…
Cuando alguien padece una depresión “Tiene que pedir ayuda, tiene que tomar la medicación, tiene que ser constante con el tratamiento y tiene que decirle a la gente “estoy enferma y me está pasando esto”. Es una enfermedad y se cura, pero hay que darle muchísima importancia”.
¿Y qué les dirías a quienes no la padecen? “Que no solo se fijen en el ánimo de la persona enferma sino que ahonden en lo que hay detrás.”
“En mi caso muy poca gente supo estar ahí y a quien estuvo se lo agradeceré toda mi vida. El 99% de la gente me decía “pero cómo tú María, que eres tan fuerte, pero cómo es posible”. Y yo decía “pues siendo posible”. Hay que quitar el estigma de que la depresión es de gente ñoña, débil, que no quiere, que no puede… La depresión es una enfermedad y se está convirtiendo en una epidemia”.
Todos tenemos a alguien cerca que padece una depresión, cuidemos de él o ella.