“Fue una experiencia que yo no busqué, me lo pidieron. Me pidieron si podía ir a ayudar a los enfermos. Y decidí ir para ver cómo eran, qué podían ellos aportarme a mí y descubrir si yo podía aportarles algo a ellos…iba con muchísimas dudas ¡a lo mejor, hasta salía corriendo!”
Hace un año, por estas mismas fechas Sonsoles viajó a Lourdes como voluntaria. Mañana, de madrugada, volverá, aunque con otra actitud y expectativas diferentes a las de su primer viaje. “Para mí, la del año pasado, fue una prueba muy dura. Antes había ayudado a un familiar toxicómano a salir de la droga, una experiencia muy dura, pero al fin y al cabo era un familiar y sabía que, a lo mejor, a un desconocido ni me acercaba. Me lo planteé como una prueba, quería saber si podía superar miedos y por eso dije que sí al voluntariado en Lourdes«.
Conociendo a Sonsoles me resulta difícil pensar que tenga ningún miedo. Es una mujer alta, atractiva, con carácter… lo que hace que esta confesión y las que vienen a continuación tengan todavía, si cabe, más valor. “Antes de ir a Lourdes sentía auténtico horror por las enfermedades, aprensión… pero allí me curé”. Es curioso que quien va a cuidar de los enfermos sea quien realmente se cure en una experiencia como esta. Pero es que Sonsoles contó con la inestimable ayuda de los enfermos. La transformación se produjo a lo largo del primer día. “El primer día pasó lo que sabía que me iba a pasar. Arcadas, ganas de salir corriendo, no quería comprometerme a nada…llegue a pensar que era mala.” Nada más lejos de lo que realmente es pero es que sintió pánico cuando se vio rodeada de lo que allí se encontró “Había enfermos que tenían los miembros retorcidos, se les caía la baba… no andaban, casi no hablaban y yo, al principio, no podía cerrar la boca, les miraba como si viera marcianos y además ¡con asco! pensaba ¡Que me contagio! ¡Qué miedo!” Cuando me lo cuenta sonríe, sorprendida de haber pensado alguna vez así pero así mismo queriendo que otros voluntarios que vayan por primera vez sepan que si les pasa también a ellos, antes otras personas han pasado por lo mismo. Después de su primer impacto visual por el entorno, Sonsoles señala que vino otro todavía peor.” A los cinco minutos de tomar contacto con mi primer enfermo, vi un vómito en la almohada y me dije “me voy al hotel”. Casi me puse a vomitar delante del enfermo, algo que me pareció francamente humillante y tuve que mentir y decir que me había sentado mal el café…creí que yo no valía y que mejor era irme que humillar a nadie. Pensé en volver al hotel y encerrarme hasta el domingo que era cuando nos volvíamos”. Sin embargo, ella no es de las que se rinden tan fácilmente y decidió darse una segunda oportunidad. “En esas estaba cuando mi enferma salió del baño. Sola, porque yo no la había querido acompañar, y fue ella quien me dijo “que guapa eres, me caes mejor que la que me cuida por las mañanas”. Yo me quedé pensando para mí que realmente no había hecho nada para que ella me dijera aquello, así es que no se me ocurrió otra cosa que decirle “Tú sí que eres guapa”. En ese momento, la enferma prendió la llama. “Empezamos a hablar. Yo la veía a ella tan contenta, tan feliz y diciéndome que no hacía falta que la ayudara ¡que ella podía hacerlo todo! que fue cuando reaccioné y le dije que sí, que la ayudaría… ¡Pero fue ella quien me ganó!” Recuerda Sonsoles todavía hoy sorprendida “¡Fue ella quien hizo el esfuerzo y la que me ayudó a mí! ¡Ella a mí, que era la sana! ¡No me lo podía creer! A partir de ese momento me fui involucrando y superando todas mis dudas y miedos…hasta que llegué a la conclusión de que estaba en el lugar en el que debía y quería”. Sonsoles, repite este fin de semana como voluntaria en Lourdes y como el año pasado volverá “llena de paz” y habiendo dado tanto como lo que haya recibido. ¡Feliz fin de semana, Sonsoles!
Muy impactante por su sinceridad, por expresar sin tapujos el miedo y la aprensión iniciales. Creo que en esas circunstancias la mayoría de nosotros nos hubiésemos sentido del mismo modo, y por ello la «conversión» final tiene aún más fuerza. La enfermedad y el dolor no son fáciles de afrontar, y aún menos de sobrellevar en el día a día, pero en el testimonio de Sonsoles vemos que no es necesario ser de una pasta especial para ayudar a los demás. Sin tintes heroicos, ni misticismos. Basta con ponerse a ello.
Gracias, Susana!