Hacía tiempo que tenía ganas de hablar a cerca de la amistad en la enfermedad. Si bien es cierto que ha sido y seguirá siendo un tema ineludible en todas las conversaciones del blog, ahora cuando el verano toca a su fin y la mayoría de amigos y familiares han vuelto, me parece un buen momento para hacer unas cuantas reflexiones sobre el tema.
Enfermos y familiares coinciden en que en la enfermedad, algunos de los que creías mejores amigos desaparecen y sin embargo, otros que no lo eran tanto, te sorprenden. Tras escucharlos, da igual cual sea su circunstancia: cáncer de riñón, cáncer de boca, esclerosis múltiple, cefaleas en racimos… me hago la siguiente pregunta ¿Cuál es el mejor amigo en la enfermedad? Y he llegado a la conclusión de que la respuesta desde mi punto de vista es “El que permanece y se adapta”.
Pero ¿Se lo ponemos fácil? En este blog el objetivo principal ha sido siempre mejorar la comunicación entre pacientes, médicos y familiares entendiendo que de esta forma se pueden obtener mejores resultados en la gestión del proceso de la enfermedad, sin embargo, los amigos también cuentan. ¡cuentan y mucho!
A lo largo del verano, en facebook y tras el último post publicado bajo el nombre de “Un verano diferente” me he hecho eco de historias de personas cuyo testimonio avala lo que acabo de afirmar, que los amigos son también muy importantes en la enfermedad. Y me pregunto ¿lo saben ellos? ¿Sé lo decimos? E insisto en que no se lo ponemos fácil. ¿Cuántas veces os habrá preguntado un amigo “cómo estás” durante la enfermedad grave de algún familiar e incluso durante la vuestra y habéis contestado “bien”? ¡Muchas! Por lo que sea, a los amigos, en ocasiones se les mantiene al margen de los detalles, la gravedad o las dificultades que provoca la enfermedad. No disponen de información porque nadie se la facilita. Y tampoco se les pide ayuda. Si no “conocen” o no disponen de información ¿cómo van a saber qué hacer?

Cuando empezó el verano, Luis y María estaban preocupados por su hijo Daniel de 14 años. «Daniel está en diálisis y este año no íbamos a poder ir a la playa como siempre». Pero se han llevado una gran sorpresa «Nuestros amigos y los de Daniel nos mandan fotos todos los días. Da igual dónde estén, Son tantas las fotos que estamos recibiendo que para cuando termine el verano tendremos un álbum para compartir con todos. Es «un verano diferente» pero «muy viajado». Nos da la sensación de haber estado con todos ellos en montones de lugares diferentes. Cada día nos levantamos con la ilusión de recibir una nueva fotografía ¡amigos, nos habéis dado la vida! ¡os queremos!»
Por otra parte, es cierto que la enfermedad impone otra perspectiva de la vida, hace que el orden de prioridades cambia sustancialmente ¿cómo se va a quejar un amigo de no poder salir de fin de semana por ejemplo, si lo que está en juego es la vida de tu ser querido?. Las comparaciones se vuelven odiosas y no hay que olvidar que ellos, los amigos, también tienen sus problemas y su vida.
La vida es una sucesión de inconvenientes para todo el mundo y no todos los gestionamos de la misma forma. El mayor error que se comete: juzgar. “Yo no lo hubiera hecho” o “Yo habría…” Todos somos diferentes y aunque existe un término muy de moda “la empatía”, ésta es muy difícil de llevarla a cabo. ¿Cómo un amigo, por más que lo intente, va a saber lo que es sentir el miedo a la muerte inminente cuando alguien padece una enfermedad terminal? O sin ser tan drásticos ¿lo que es perder el pelo a consecuencia de la quimioterapia? o ¿lo que es vivir con dolor?… es imposible.
Otro tema importante es el pudor que sienten los amigos para manifestar sus alegrías, para hablar de sus planes y proyectos, algo de lo que enfermos y familiares andan escasos. Y sin embargo, deberían saber que estos últimos entienden que la vida de los demás continúa y que quienes están en circunstancias extremas se alegran también de lo bien que les va a los demás.

Hace un año, un día como hoy, Fernando disfrutaba de su paseo por La Concha en plena Semana Grande – Aste Nagusia Donostiarra. Muy a su pesar, esta vez y dado su estado de salud, cada día más debilitado, no podrá hacerlo. Sin embargo «Me alegro de que mis amigos puedan hacerlo. Y no puedo evitar emocionarme cuando me mandan imágenes de San Sebastian / Donostia o de los fuegos artificiales que este año no podré ver. Gracias amigos porque aunque para mí sea «un verano diferente» de esta forma conseguís que os sienta a mi lado. Aupa Donostia!».
En la enfermedad, más que nunca, hay que saber apreciar los gestos, los pequeños detalles que alegran y emocionan. Los testimonios con los que acompaño esta publicación son una gran prueba de ello. Y podría añadir alguno más: los amigos que tras un mes lejos, de vuelta a casa, llaman de noche a la puerta y te obsequian con una bolsa llena de “colesterol” en productos típicos granadinos, o los que no dudan en visitarte y compartir contigo las fotografías de su viaje por Galicia haciendo que el olor de los pinares, y el calor de la arena blanca de las playas de las rías altas, invada tu casa, o la llamada tras casi dos meses de ausencia en la que dicen “os hemos echado de menos” o cuando entran en la habitación del hospital, morenos de haber pasado el verano al sol, y se funden en un abrazo… o quienes con sus anécdotas provocan carcajadas… o quienes recorren 500km de ida y otros tantos de vuelta para hacer una visita relámpago…
Cada cual a su ritmo, a su manera, demuestra que sigue ahí, pese a lo difícil que muchas veces se lo ponen enfermos y familiares. Seamos pues más generosos con los amigos porque en realidad y dadas las circunstancias hacen lo que pueden e incluso más.
Naturalmente que hay amigos que se quedan en el camino, tal vez porque no supieron o no pudieron, pero a los que siguen ahí ¡gracias!

«Para mi marido y para mi éste ha sido «un verano diferente». Debido a mi enfermedad no hemos salido, literalmente, de casa. Algunos amigos y familiares nos han llamado, y ¡hay que ver la ilusión que nos han hecho sus llamadas!. A otros, sin embargo, los hemos echado de menos, pero estos últimos, hoy han vuelto y nos han sorprendido. Nos han traído dos botellas, una llena de arena y la otra llena de agua de mar,. Nos han regalado un trocito de playa. ¡Gracias amigos, no sabéis la falta que nos hacíais!».Gracias a ti, Julia y que te mejores.