Tras cuatro años de conversaciones con pacientes y familiares sobre la enfermedad en la vida, me doy cuenta de que hay algo que todos ellos, en algún momento del proceso de la enfermedad, han echado de menos: “la delicadeza”. 
Y es que no resulta fácil. Ante determinados momentos de la enfermedad, entramos a menudo en “modo pánico” y hacemos o decimos cosas fuera de lugar o que duelen, incluso con la mejor de las voluntades. Pero, tal vez si somos conscientes de ello… solo tal vez, la próxima vez lo podamos evitar. Son frases, gestos y actitudes que se describen y repiten una y otra vez, en cada una de las conversaciones de este blog, y que repetirlas aquí y ahora, no sería sino otra manifestación de falta de “delicadeza”.
¿Cómo describiría yo “la delicadeza” en la enfermedad?
La delicadeza es prestar ayuda antes de que la pidan, ofrecer compañía, una sonrisa, una mirada, un silencio, una mano tendida…
“La delicadeza” es hablar del presente cuando no hay futuro y del futuro cuando está al llegar, escuchar, un suspiro, un susurro al oído…
“La delicadeza es hablar cuando hay algo que decir, callar en lugar de mentir, una llamada en el momento adecuado, un wathsapp, una fotografía desde el otro lado del mundo, una visita, un paseo…
“La delicadeza” es caminar medio paso por detrás del enfermo y “estar” dos pasos por delante de él, no juzgar al enfermo, no juzgar al cuidador, no preguntar cuando conoces la respuesta…un chiste a tiempo, unas flores, un gin tonic… un cine robado al tratamiento.
“La delicadeza” es una palmada en el hombro, una caricia en la mano, un beso en la mejilla, un abrazo, unos ojos vidriosos, una lágrima derramada en silencio…
“La delicadeza” es música para el alma, música para todos nuestros sentidos.
Y para ti, ¿qué es “la delicadeza” en la enfermedad?